torrescof

Desde el momento en el que nacemos, ocupamos un espacio.

Un espacio al que llamamos cuerpo.
Un cuerpo que habita y cohabita con otros cuerpos,
donde la piel es frontera.

Frontera entre un cuerpo y otro.
Un cuerpo que se traslada de un lugar al otro por medio de sus piernas.

Y mediante el caminar, el cuerpo va trazando un camino.
Un camino que es suyo y que sólo perdura en su memoria.

Puesto que la existencia que está inscrita en el tiempo y en el espacio, sólo es asegurada por la persistencia del cuerpo.
Un cuerpo habitable que habita otros cuerpos.
Cuerpos en forma de espacios.

Espacios que han sido delimitados por fronteras que no son piel, sino bloques. Bloques que integran una lengua, una cultura y una forma de pensar.

Bloques que bloquean el espacio mismo entre un afuera y un adentro.

Segmentando en cuerpos civilizados y cuerpos-otros.

Jerarquizando los espacios mediante la distinción.

Filtrando la entrada de los cuerpos-otros a determinados lugares.

Porque la piel es frontera,

y necesita identificarse para poder validar su existencia.

Pero no hay delito cometido, sólo ganas de vivir.